Al cabo de alrededor de un mes, la oruga busca un lugar seco y aislado, en donde fabricará el capullo para la fase de crisálida (también conocida como ninfa o pupa); este puede ser de color blanco, amarillo o naranja.
Cuando faltan un 2-4 días para hacer el capullo, los gusanos suelen ir amarilleando desde la cola progresivamente hasta la cabeza. La zona más amarilla se hace más blanda y el gusano se encoge de tamaño. Suelen defecar de color verde y más blando, algunos incluso líquidos verdosos o amarillentos. Se vuelven más torpes al andar y las patas tienen menos agarre.
La larva emplea el almidón de las hojas de morera que ha consumido, transformado en dextrina por su metabolismo, para producir el hilo de seda. El aparato destinado a este efecto está compuesto por dos glándulas ubicadas debajo del tracto digestivo, cuyos conductos van a dar a la hilera situada en el undécimo anillo. El material, líquido en el interior del cuerpo, se solidifica en contacto con el aire. Girando sobre sí misma, fabrica alrededor de su cuerpo una envoltura oval formada por un único hilo de hasta 1500 metros de largo. El proceso le ocupa dos o tres días. El vaciamiento completo de las glándulas de seda incita la pupación, que dura unos veinte días en condiciones normales, al cabo de los cuales surge una nueva mariposa.
En ocasiones y por diferentes circunstancias (comida escasa o inadecuada, defectos genéticos, condiciones externas adversas...) los gusanos no logran crear su capullo y deben realizar la metamorfosis al descubierto lo cual, aunque reduce su probabilidad de supervivencia, no es un impedimento para la finalización normal de su ciclo vital.
Cuando todos los capullos están terminados y son ya consistentes, es recomendable quitarlos de la caja donde estaban, quitar los restos de seda que tengan (borra) y ponerlos en otra caja. Así dejamos hueco para que hagan nuevos capullos el resto de gusanos.
A los siete días del capullaje hace una muda y pasa a crisálida.
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